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Basta ya, pongamos fin a los ensayos nucleares de una vez por todas
En 2009 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 29 de agosto Día Internacional contra los Ensayos Nucleares.
Con esa fecha se recordó el cierre oficial, el 29 de agosto de 1991, del polígono de ensayos de armas nucleares de Semipalatinsk, en el actual Kazajistán. Solo en ese emplazamiento se produjeron 456 explosiones nucleares de ensayo entre 1949 y 1989.
Entre 1954 y 1984 hubo un promedio de al menos un ensayo por semana de armas nucleares en algún lugar del mundo, la mayoría con una explosión mucho mayor a la del bombardeo de Hiroshima. Armas nucleares explotando en el aire, en la superficie y bajo tierra, así como bajo el mar.
La radiactividad de esos ensayos nucleares se extendió por todo el planeta e impregnó el medio ambiente. Todavía hoy puede rastrearse y medirse, como en los colmillos de los elefantes, en los corales de la Gran Barrera de Coral o en las fosas oceánicas más profundas.
Mientras tanto, los arsenales de armas nucleares han crecido exponencialmente. A principios de la década de 1980 había unas 60.000 armas nucleares, la mayoría mucho más potentes que las bombas utilizadas en Hiroshima y Nagasaki.
La indignación pública creció. En la década de 1960 se acordó en principio que poner fin a los ensayos nucleares explosivos supondría un freno esencial al desarrollo de armas nucleares y, por tanto, fomentaría la no proliferación de armas nucleares y el desarme nuclear. En el preámbulo del Tratado sobre la No Proliferación de 1968 se habló con valentía de alcanzar “la suspensión permanente de todas las explosiones de ensayos de armas nucleares”.
Pero tuvieron que pasar casi treinta años y más de cientos de explosiones de ensayos nucleares antes de que se acordara el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE) en 1996. Se trata de uno de los tratados más importantes del mundo. Qué diferencia ha hecho.
Entre 1945 y 1996 se realizaron más de dos mil ensayos de armas nucleares. En los 28 años transcurridos desde 1996, ha habido menos de una docena. En este siglo solo se han realizado seis ensayos, todos ellos por parte de Corea del Norte.
El Tratado se basa en una red de más de 300 instalaciones científicas de vigilancia situadas en todo el mundo que pueden detectar rápidamente un ensayo nuclear de un tamaño considerablemente menor a la explosión de Hiroshima y determinar con exactitud dónde se ha producido. Ningún Estado, en ningún lugar de la Tierra, puede realizar un ensayo de armas nucleares en secreto.
El TPCE cuenta con un apoyo internacional casi universal. Lo han firmado 187 Estados y lo han ratificado 178. Con diez nuevas ratificaciones desde 2021, existe un impulso mundial contra la reanudación de los ensayos nucleares, y hay un entusiasmo especialmente elevado entre los Estados más pequeños.
A pesar de estos logros, la incertidumbre internacional actual supone un obstáculo para la norma mundial contra los ensayos nucleares creada por el TPCE. ¿Y si vemos de nuevo ensayos nucleares, o incluso la utilización de un arma nuclear en un conflicto? Nos enfrentaríamos a un desplome desastroso de la confianza y la solidaridad internacional. La vuelta a la época de los ensayos nucleares sin restricciones no dejaría a salvo a ningún Estado, a ninguna comunidad, y nadie en la Tierra se libraría de verse afectado.
Siempre se habla mucho de aprender de los errores. En este caso, aprendamos de los éxitos. El TPCE combina lo mejor de la diplomacia con la tecnología más avanzada en favor de un bien común mundial incuestionable. Genera transparencia y confianza, justo cuando la transparencia y la confianza parecen escasear.
En el Día Internacional contra los Ensayos Nucleares se convocará una reunión de alto nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas. En esta ocasión, hacemos un llamado a todos los Estados para que estén abiertos a tomar decisiones audaces, pero basadas en principios, necesarias para alcanzar un consenso mundial definitivo en el marco del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares. Para poner fin a los ensayos nucleares de una vez por todas. Ya basta.
Las terribles lecciones del pasado se olvidan o ignoran: António Guterres
El Secretario General de la ONU sumó su voz a la exhortación los países que faltan de ratificar el Tratado para que cobre vigencia a la brevedad posible.
En su mensaje para la ocasión, António Guterres sostuvo que el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares constituye la única proscripción de todas esas pruebas y una herramienta de seguridad esencial y verificable.
“Sin embargo, no ha entrado aún en vigor”, lamentó, recordando que los más de 2000 ensayos de ese tipo que se han hecho en más de 60 lugares del planeta han supuesto un legado de destrucción que ha hecho inhabitables las tierras y ha creado problemas de salud a largo plazo para las personas.
Guterres consideró que las recientes insinuaciones de reanudación demuestran que se están olvidando o ignorando “las terribles lecciones del pasado”.
“En nombre de las víctimas de los ensayos nucleares y de las generaciones futuras, hago un llamamiento a todos los países cuyas ratificaciones son necesarias para que el Tratado entre en vigor a que lo ratifiquen de forma inmediata e incondicional”, enfatizó el Secretario General.
Tratado sin vigor
Pese a contar 187 firmas y 178 ratificaciones, el Tratado aún no ha cobrado vigencia porque requiere aún la ratificación de ocho países: Estados Unidos, China, Irán, Israel, Egipto, India, Pakistán y Corea del Norte.
Rusia, que había ratificado el instrumento en junio de 2000, retiró la ratificación en noviembre de 2023.