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Guterres: no se puede negar a nadie la oportunidad de aprender

No importa que el motivo sea la guerra, el desplazamiento forzoso, el cambio climático o los desastres naturales, todos tienen el derecho a la educación. Pero unos 78 millones no van a la escuela por esos motivos.

En un vídeo mensaje apoyando la petición de recaudar más fondos para la educación en situaciones de emergencia, el Secretario General de la ONU, António Guterres, declaró que no se debe negar a nadie la oportunidad de aprender.

Al hacer sus comentarios en la Conferencia de Alto Nivel sobre Financiación de la Fundación ´La educación no puede esperar´, que se celebra este jueves y viernes en Ginebra, António Guterres señaló que hay 222 millones de niños y niñas en la actualidad que experimentan la carencia de una educación adecuada.

De ellos, 78 millones no van a la escuela en ningún momento debido a los conflictos, los desastres climáticos y los desplazamientos, aseguró Guterres.

La educación, un derecho fundamental

Sin importar quién eres, sin importar dónde vivas, sin importar qué barreras se interpongan en tu camino, tienes derecho a una educación” dijo el titular de la ONU en un llamado para redoblar los esfuerzos internacionales y garantizar que más niños y jóvenes vulnerables tengan la oportunidad de salir adelante.

El Secretario General celebró el hecho de que, desde su creación en 2017, la Fundación haya capacitado a 87.000 profesores y dado a siete millones de niños en crisis "la educación que merecen".

El primer día de la conferencia, cuando 18 países y el sector privado se comprometieron a aportar más de 826 millones de dólares, Gordon Brown, enviado especial de las Naciones Unidas para la Educación Mundial y presidente del Grupo Directivo de Alto Nivel de la Semana Europea de la Educación, expresó su satisfacción con el apoyo internacional al aprendizaje universal, al que calificó como una inversión para una paz sostenible.

"Estamos hablando de los niños más aislados, desolados y abandonados del mundo. Hablamos de niñas que son víctimas de la trata o se ven obligadas a trabajar o a contraer matrimonio, a menos que podamos ayudarlas", prosiguió.

Somaya Faruqi (centro) trabaja con estudiantes de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Missouri para construir un robot.
© Missouri S&T/Michael Pierce
Somaya Faruqi (centro) trabaja con estudiantes de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Missouri para construir un robot.

Afganistán: peor de lo que parece

Con su propia y dolorosa historia sobre la educación en crisis en Afganistán, Somaya Faruqi, entrevistada por Noticias ONU con motivo de esta conferencia, explicó que, aunque ella había huido del país cuando los talibanes tomaron el poder en agosto de 2021, muchas de sus "hermanas" se quedaron atrás. 

Sus amigas ahora no pueden estudiar tras prohibirles las autoridades de facto el hecho de asistir a clase, dijo Faruqi, de 20 años, que sigue en contacto con ellas y trabaja como activista por los derechos de las mujeres para hacer notar su difícil situación.

"La situación es mucho peor de lo que se puede ver en las noticias y en las redes sociales", declaró a ONU Noticias. "Todos los días recibo mensajes de mis amigas en los que me dicen que las obligan a casarse, sin tener en cuenta su edad ni su consentimiento".

Responsabilidad pesada

Y añadió: "siento la profunda responsabilidad de apoyar a mis hermanas que siguen en Afganistán. Cada día estoy en contacto con ellas, aunque su situación no sea buena. Escucho sus historias, les ofrezco palabras de aliento y les ayudo a encontrar recursos cuando puedo. Es desgarrador ver las dificultades a las que se enfrentan, pero sólo refuerza mi determinación de luchar por sus derechos y ayudar a construir un futuro mejor para todas las mujeres afganas".

Faruqui, quien es originaria de Heart en el oeste de Afganistán, en la actualidad estudia ingeniería mecánica en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Missouri en Estados Unidos.

Su interés por reparar cosas surgió de ayudar a su padre a arreglar coches, lo que despertó su interés por la robótica, convirtiéndose en capitana del equipo afgano de robótica femenino.

Un futuro brillante desvanecido

Juntos, Faruqi y su equipo diseñaron y fabricaron un prototipo de ventilador de bajo costo en plena pandemia de COVID-19, en coordinación con el Ministerio de Sanidad afgano. Impulsadas por ese éxito, las esperanzas de Faruqi de seguir interesándose por la tecnología se desvanecieron cuando los talibanes se hicieron con el poder.

"Íbamos a crear la primera empresa de robótica de Afganistán, cuando la situación cambió, por desgracia", dijo. "Ahora podemos ver la situación real dentro de Afganistán, que (los talibanes) no valoran lo que tenemos y lo que habíamos conseguido en 20 años".

Hoy, Faruqi afirma que comparte muchos recuerdos felices de su infancia en Afganistán, pero se siente profundamente entristecida por cómo las autoridades de facto les han “arrebatado todo".

Un trabajador de UNICEF inspecciona los daños causados por el reciente terremoto en la escuela Almahabbeh de la ciudad de Alepo, en el norte de Siria.
© UNICEF/Muhannad Al-Asadi
Un trabajador de UNICEF inspecciona los daños causados por el reciente terremoto en la escuela Almahabbeh de la ciudad de Alepo, en el norte de Siria.

En las buenas y en las malas

Antes del golpe de estado en agosto 2021, “Afganistán era un lugar al que llamaba hogar”, explicó ella, “donde podía perseguir mis sueños y contribuir al desarrollo de mi comunidad. Sin embargo, desde que los talibanes tomaron control, la situación se ha vuelto terrible y me duele el alma por el sufrimiento de los que están atrapados en dicha situación.”


Para Faruqui, las mañanas empezaban alegremente “con una sensación de emoción y propósito, sabiendo que ese día iría a la escuela. La escuela no era solo un lugar de aprendizaje, sino un santuario donde podía ser yo misma, hacer amigos, y soñar en grande. Apreciaba la oportunidad de aprender cosas nuevas, y cada día me parecía un regalo precioso”.

“Pero más que eso, la escuela fue donde hice las conexiones más significativas de mi vida, con mis amigas que compartían mi pasión por el conocimiento y el crecimiento. Nos reíamos juntas, llorábamos juntas y nos apoyábamos en las buenas y en las malas. Estar con ellas me hacía sentir completamente viva y libre”.

“Ahora, al recordar aquellos días, mi corazón se engrandece de gratitud y nostalgia por aquellos preciosos momentos. Sé que no todas las niñas tienen las mismas oportunidades que yo tuve, y eso me rompe el corazón”, cuenta emocionada.

“Ir a la escuela y pasar tiempo con los amigos no debería ser un privilegio, sino un derecho básico. Siempre atesoraré esos recuerdos y trabajaré para crear un mundo en el que todas las niñas tengan la oportunidad de experimentar la misma magia que yo viví”.