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No quiero ver más tumbas en el mar: Cómo salvar un pueblo de Belice en peligro de extinción
La subida del nivel del mar amenaza la existencia misma de Monkey River, un pueblo costero del sudeste de Belice. Con el apoyo de la ONU, la comunidad intenta detener la marea y proteger lo que queda.
"Mi abuela y mi abuelo han sido arrastrados por el mar", explica Mario Muschamp, mientras contempla la costa cercana a su unida comunidad criolla. "Sus tumbas han desaparecido. Eso duele mucho".
Esta es la realidad de los habitantes de Monkey River, una pequeña aldea de pescadores, que viven en armonía con la naturaleza y que han visto impotentes cómo el mar llevarse su campo de fútbol, sus casas e incluso parte del cementerio que albergaba los restos mortales de sus seres queridos.
“Monkey River siempre ha sido una comunidad pesquera. Y yo empecé como pescador. Y esa fue una época feliz” recuerda Muschamp, que asegura que, pese a todo, “como comunidad no estamos preparados para mudarnos”.
Tampoco queda la playa, donde muchos de sus habitantes solían caminar y ser testigos de los amaneceres. La degradación de la cuenca del río en general se está dando a un ritmo alarmante.
Monkey River está pagando una factura que no es la suya. Los expertos han señalado la actividad humana como la principal causa de la erosión costera que ha destruido el pueblo y ha causado tan profundo sufrimiento, en particular la extracción industrial de sal y el trasvase de aguas en otras zonas de Belice.
Muchos de sus habitantes vivían dónde el agua ha engullido la tierra y la situación en la zona se ha deteriorado hasta el punto de que algunos miembros de la comunidad se han marchado.
El contraataque del geotubo
Otros, sin embargo, han decidido quedarse y luchar y, en palabras de la maestra local Audra Castellanos, "volver a poner a Monkey River en el mapa".
Muschamp, es el presidente de la Asociación de la Cuenca del Monckey River, una organización de base comunitaria que trabaja para conservar y restaurar la integridad de toda la cuenca del río Monkey, y garantizar que siga proporcionando multitud de beneficios a los residentes locales y el ecosistema costero.
Para ello, la Asociación de la Cuenca del Monckey River se asoció con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con el objetivo de instalar unos "geotubos" de 150 metros rellenos de arena frente a las propiedades más amenazadas.
“Es más fácil de gestionar lo que tienes que restaurar lo que has perdido”, asegura Muschamp.
Los residentes trabajan con la agencia de la ONU en la instalación de estos geotubos, enormes sacos de arena sintética que crean barreras físicas contra la energía de las olas y la erosión. También participan en la adopción de otras medidas para frenar la erosión.
Necesitamos justicia climática
"El río Monkey River es una de esas comunidades costeras a las que damos prioridad", afirmó Leonel Requena, coordinador nacional del Programa de Pequeñas Donaciones de la agencia de la ONU.
"Los habitantes de Monkey River no son responsables de la crisis climática y, sin embargo, son los que están sufriendo las mayores pérdidas y daños. Lo que necesitamos es justicia climática", asegura.
La historia de Monkey River trata de un centro de biodiversidad donde el río se encuentra con el mar, pero más que eso, se trata de una comunidad que, como tantas otras, está cambiando el rumbo del cambio climático uniendo sus fuerzas, con el apoyo de las Naciones Unidas.
Desde que en 2022 se produjera un vídeo documental de Global Lens de las Naciones Unidas sobre la comunidad, el mar se ha cobrado otra casa, pero los residentes que se han propuesto proteger su aldea afirman que nada desvanecerá su determinación de luchar contra la erosión costera.
“Los recursos naturales están aquí para que los usemos, no para que los abusemos, pues sin ellos, no podemos existir”, dice Muschamp con sabiduría, antes de añadir: “Si podemos hacer frente a lo que estamos viendo, Monkey River puede estar aquí otros cien años”.